El engaño y la complicidad
de los genocidas que están
sueltos,
el indulto y el punto
final
a las bestias de aquel
infierno.
Todo está guardado en la memoria,
sueño de la vida y de la
historia.
La memoria despierta para
herir
a los pueblos dormidos
que no la dejan vivir
libre como el viento (León
Gieco, 2001, “Bandidos rurales”).
La memoria, olvidada
o utilizada con otro fin por los gobiernos democráticos que sucedieron a partir
de 1983, es algo de lo cual la sociedad fue testigo. Pero a partir del 2003, la
memoria recobró su protagonismo y tras iniciativas del Presidente Néstor
Kirchner, las leyes de Punto Final y Obediencia Debida fueron derogadas por el
Congreso y los juicios se reabrieron, en tanto que la justicia comenzó a
declarar inconstitucionales los indultos por “crímenes de lesa humanidad”, que
habían cometido los militares durante la última dictadura.
El viernes 18 de
abril fue el día que, por
primera vez, me acerqué al tema de los juicios de lesa humanidad ocurridos en
el gobierno militar. La charla, organizada en la Facultad de Sociales, en
la cual participaron el fiscal de la causa, un sobreviviente, Miguel
D’Agostino, y Giselle Tepper de la agrupación hijos, entre otros, me sirvieron
para entrar a un mundo poco explorado por mí hasta ese entonces.
La causa Abo dio inicio al juicio Oral y
Público el 24 de noviembre del año 2009, por delitos
cometidos en el circuito represivo que incluyen los Centros Clandestinos de
Detención, Tortura y Exterminio “Club Atlético”, “Banco” y “Olimpo”. El proceso
que duró casi trece meses, juzgó a un grupo de 17 represores por delitos
cometidos en 184 casos.
Hoy en día se esta llevando a cabo la segunda
etapa del primer tramo del juicio oral, que terminó en diciembre de 2010.
Ahora, el mismo Tribunal Federal Oral 2, a cargo de los jueces Jorge Luciano Gorini, Rodrigo
Giménez Uriburu y Jorge Alberto Tassara, lleva adelante este segundo tramo por
las mismas 181 víctimas, pero se juzgan a dos nuevos acusados que se encontraban
prófugos cuando en 2009 se llevó a cabo el primer juicio.
Por un lado es juzgado el ex policía federal,
Pedro Godoy, apodado “calculin”, que cumplió funciones en estos tres centros de
detención, y es juzgado por 181 casos. El segundo imputado es el ex miembro del
Ejército, Alfredo Feito, alias “Cacho”, que está imputado por 118 casos de
secuestros y torturas en los centros de detención del Banco y el Olimpo.
Miércoles 6 de junio, el frío recubre la
ciudad de Buenos Aires. Son las 9 de la mañana, hora de partir al barrio
de retiro, a los tribunales de Comodoro Py para presenciar el alegato de la
defensa a los represores de la causa Abo Bis. El tránsito avanza lentamente e
inquieta mi ansiedad por llegar. Muchas preguntas surgen en mi mente, sensaciones
que nunca tuve y me concientizan del momento próximo que voy a vivir.
10 de la mañana. El tribunal de
Comodoro Py me da la bienvenida para presenciar y entrar en un mundo
desconocido, el campo jurídico con sus normas y protagonistas que visten
elegantes. “¿La sala Amia?” pregunté. El policía con voz ronca y tono poco
amigable me respondió: “al subsuelo, de la mano izquierda hasta cruzar una
puerta giratoria”. Pensé que era tarde y apresuré mi caminata. Al llegar al
final del pasillo me encontré con otros compañeros de la facultad. La sala aún
no estaba abierta.
11:15 AM. Después de una espera de más
de una hora, el policía nos hizo ingresar a la sala. Allí adentro la energía
era distinta, el calor del ambiente hacía olvidar el frío de la calle, pero no
del hecho. De un lado nos ubicamos varios compañeros de la facultad, junto a 6
mujeres que seguían el caso desde sus inicios, dato que corroboré al
preguntarles. Separado por un vidrio de 30 metros de largo, se
encuentra el escenario donde se va a presenciar el juicio. Del lado izquierdo
se ubican los fiscales y querellantes, compuestos por abogados de la agrupación
Hijos, y más abajo sobrevivientes de los centros de detención.
La sala está recubierta por cortinas de un
color salmón, que intentan embellecer la escenografía del juicio. Las dos
cámaras, ubicadas una en diagonal a la otra, y el proyector situado en el medio
de la sala se encuentran encendidas listas para comenzar. La bandera Argentina
es una vez más testigo de una causa que tiñó de negro a la propia historia del
país.
11:30 hrs. Los murmullos de la gente
disminuyen. Entran los imputados. El primero en ingresar es Omar Feito,
“calculin”, detrás de él, aparece Pedro Santiago Godoy, “cacho” que sorpresivamente tira besos hacía nosotros, o eso me pareció. Entré en duda, le
pregunté al policía que atento nos miraba, y me respondió que arriba nuestro se
encontraban los familiares.
El paso del tiempo era notorio en los cuerpos
de los imputados pero la memoria latente los congelaba en los hechos del pasado
y los sentenciaba en el presente. En el centro de la sala se sientan ambos. El
espacio que los separa es de casi 1 metro de distancia. Sus abogados se sientan
delante de ellos dándoles las espaldas.
12 del
mediodía. Los jueces Jorge Alberto Tassara, Luciano Gorini y Rodrigo
Giménez Uriburu, ingresan a la sala. A los 5 minutos, el juez Tassara hace
señas a los fotógrafos para que ingresen a la sala. En un instante, los
profesionales sacan varias fotos a los jueces, a los querellantes e inclusive a
los dos imputados, momento en el cual cacho trata de tapar su rostro, pero el
periodista insiste y logra lo que quiere.
Aquella situación parecía una escena inversa
a lo sucedido en la causa. La fotografía daba identidad en primera plana a los
imputados, mientras que los centros clandestinos ocultaban identidades a las
personas que se encontraban detenidas.
12: 15 PM. El juez le concede el permiso para comenzar al abogado de calculin, que
inicio con planteos preliminares, argumentando que Omar Feito no se vinculaba
con el apodo de calculin y que “No estuvo en esos lugares”. Continua e invalida
el testimonio de Juan
Antonio del cerro, argumentando que manipulaba la verdad según el estado de
animo. Pero también invalida el testimonio de Horacio González, “el testimonio
se desarrolla en una situación delicada y en sensaciones de tormentos”.
Cada palabra, cada párrafo, cada hoja son
heridas a los que ya no están y a las víctimas allí presentes. En cada
argumento los gestos y la sonrisa irónica de algunos querellantes, ubicados del
lado izquierdo del salón, acompañaban el alegato de Godoy.
El abogado concluía en relación a los
testimonios de los sobrevivientes de la siguiente manera “181 casos, la mitad
fueron sobrevivientes, 15 escucharon nombrar el nombre de calculin, solo 9
pudieron verlo. Una minoría de sobrevivientes…. los testigos poco aportan”.
Los segundos, los minutos pasaban en formato
digital ubicados en la parte superior de la izquierda de la pantalla que
enfocaba al abogado en su lectura, y muy rara vez a los imputados.
Las hojas y los argumentos pasaban unos tras
otros hasta llegar a los rasgos físicos descriptos por los testigos entre
calculin y Godoy. “Con respecto a usar lentes eran rasgos muy general, el pelo
era pelado y no tenia raya al medio. Con respecto a la dificultad para caminar,
no tiene renguera y tampoco tiene una pierna más corta que otra. La cara
redonda, tiene una cara ovalada. Y por último, en relación a los dientes
salientes, depende del gesto de la persona fotografiada”. Este último punto
produjo risas entre los allí presentes que tratábamos de comprender los
argumentos de la defensa. “Las semejanzas para nada son concluyentes, se
necesita certeza para juzgar”, afirmó el abogado de calculin.
12: 45 PM. El juez Tassara se toma la cabeza mientras escucha la lectura del
abogado. Los dos jueces que lo acompañan en ningún momento miran al abogado que
lee velozmente el alegato, como si se lo quisiera sacar de encima.
13 hrs. El alegato de la defensa acude
a otro argumento. Ahora es el turno de la licencia médica que tenia Godoy en
aquel momento, que le impedía bajar las escaleras en el centro de detención del
atlético donde se encontraban los detenidos. Agrega que en ese mismo año, 1978,
su condición de profesor titular lo hacía pertenecer al servicios
intelectuales, y no a los servicios
especiales.
13:15 PM. Finaliza la querella de
Godoy. El juez Tassara permite un cuarto intermedio de una hora. Calculin se
levanta y con el mismo gesto y actitud que ingreso, saluda a sus familiares que
desde arriba lo acompañan. El viernes 8 de junio se dará a conocer la
sentencia.
La impuntualidad del
inicio del juicio, que comenzó dos horas después de lo previsto, me imposibilitó a
continuar. Antes de irme, en mi mente sobrevino una frase de Miguel D ´Agostino, ex detenido que concurrió a la charla en la facultad, “yo era un
subversivo cuando iba testiguar, los contextos y la forma en relatar y que la
sociedad interpreta han cambiado, pero los hechos no”. Cansado pero contento al
mismo tiempo por haber presenciado un juicio de esta índole, y ser testigo del
presente que vivimos me puse el abrigo y la bufanda gris que colgaba en mi espalda y me dirigí hacia la puerta. El frío golpeaba mi cara y entraba en mi
cuerpo ferozmente. No era un sueño, era
el presente.